Tuesday, May 27, 2025
El día que mi abuela trascendió, el día que perdí físicamente a esa figura tan importante, fue para efectos prácticos, un día relativamente "normal" para mí. No porque no me doliera su partida, no porque no la fuese a extrañar con toda mi alma, sino simplemente porque, en ese momento, no me permití vivir lo que me correspondía vivir.
Aunque a mi madre a veces le cueste un poquito escucharlo, mi abuela fue una segunda madre para mí. No solo me crio y cuidó en los primeros y más tiernos años de mi vida, sino que fue ella quien me enseñó que el amor se demuestra con acciones, con presencia, y que no siempre hacen falta las palabras "te amo" para que este se sienta vibrante y real. Ella, por ejemplo, me enseñó a recibir amor a través de la comida, un lenguaje universal que nutre el cuerpo y el alma.
A pesar de la magnitud de su importancia en mi vida, decidí que lo "mejor" que podía hacer era sepultar la situación, actuar como si nada relevante estuviera pasando y seguir adelante con mi vida, como si eso, por arte de magia, fuese a hacer que las cosas se acomodaran solas.
En mi mente, creía que no debía llorarla, que no "quería" sufrir por ella; consideraba que debía "hacerme el fuerte". Y quiero ser claro: esas ideas erróneas de "no lo llores porque lo afectas en su camino" o el superficial "déjalos ir" nunca fueron parte de mis creencias. Era más simple y complejo a la vez: consideraba que debía ser fuerte, que esa era la expectativa.
Pero al igual que con la trascendencia de mi abuela, me había acostumbrado a lo largo de mi vida a ignorar mis emociones, a sepultarlas en lo más profundo de mi ser... hasta que, inevitablemente, caí en una profunda depresión. Esa oscuridad fue la que me llevó a buscar ayuda, a encontrar la terapia, el yoga, la meditación y, últimamente, a estar aquí, compartiendo este camino contigo.
Este fue el arduo sendero que me hizo darme cuenta de que necesitaba prestar atención genuina a mis emociones. Y fue así como, más de una década después de su partida física, finalmente me permití llorar a mi abuela como necesitaba.
No fue sino hasta que me permití en verdad sentir mi dolor, mi añoranza, mi vacío, que pude ver con claridad lo mucho que la amaba y lo que significaba su presencia física en mi vida. Y, paradójicamente, fue justo en ese momento de profunda vulnerabilidad, cuando empecé a darme permiso de sentir, que comencé a percibirla con una claridad asombrosa.
Descubrí una verdad fundamental: solo abriendo nuestro corazón, permitiéndonos sentir TODAS las emociones (sí, también el dolor), es como en verdad podemos ser capaces de percibir a los del cielo.
El duelo es un proceso sagrado que necesitamos vivir. Si lo evitamos, si lo "brincamos" por miedo o por querer ser "fuertes", lo único que logramos es bloquearnos energéticamente y, con ello, cerrar nuestros canales de percepción.
La pérdida de alguien es intrínsecamente dolorosa, por muy consciente que uno esté de que están en un lugar mejor, de que son energía y amor. Desde nuestra perspectiva humana, el proceso de la pérdida física, el sentir a flor de piel esa ausencia, es lo único que verdaderamente nos limpia y nos prepara para una conexión espiritual más sutil y profunda.
Mientras escribía estas líneas, mis lágrimas fluyeron con intensidad, y con ellas, la presencia amorosa de mi abuela se hizo notoria, casi tangible a mi lado…
Solo cuando me permití reconocer cuánto extraño en este plano su comida, su presencia física tangible y, sobre todo, su sonrisa hermosa, fue que en verdad estuve listo para percibirla de una nueva manera. Esa aceptación de mi dolor fue lo que me abrió de par en par las puertas para la comunicación con el cielo.
Si hay una lección que mi mentora de mediumnidad me dejó grabada a fuego fue: "El corazón es la puerta de la mediumnidad".
Por eso es tan vital abrirnos a sentir, honrar nuestras emociones y dejarlas fluir sin juicio. Ahí, en esa apertura vulnerable, es donde se percibe la energía sutil, donde los susurros del alma se vuelven audibles.
Honrar nuestro proceso, recordar que somos seres infinitos y que el amor es eterno, es lo único que nos permite realmente percibir esa conexión indestructible que siempre nos une unos a otros, más allá de la forma física.
Y es ahí donde aprender mediumnidad se convierte en la llave maestra, el lenguaje sagrado que nos permite entender y comunicarnos con aquellos que ya no están físicamente, pero que SÍ lo están en amor. Porque el amor, mi querido ser de luz, nunca nos abandona.
Ahí es donde escuchar nuestro corazón nos abre a sentir el amor más eterno y poderoso que existe, el que nos une con quienes se nos han adelantado en el viaje.
Con amor,
Dano
P.D. Me permito usar el término "perder" porque así lo sentimos en nuestra humanidad. Pero si queremos realmente sanar nuestro duelo y abrirnos a una conexión más profunda, necesitamos entender que nunca "perdemos" a quien trasciende, puesto que su amor, su esencia, siempre está y estará con nosotros, de innumerables formas.
Ayudo a personas comunes a desarrollar sus habilidades de comunicación con el cielo de forma segura y divertida